Aislarse en una isla de luz y colores vivos, de gente amable con el sol en las venas.
Es curioso que junto al guanche, el Godo, parece contagiarse del añorar isleño. «Por mucho que corra no me voy a salir de la isla sin caer al mar».
Quizá aquí las horas duran más, por el retraso con al metropoli que todavía tiene aire de superioridad colonialista, pero aun así parece que las disfrutas más, no se. Mi alma de castellano viejo con mancha se retira ante este mar tan mediterráneo como el mío. Por que un mar es un mar, y el aire cargado y salado no es de meseta.
Mis problemas se diluyen entre el salitre y el sol, y estar en tierra extraña, libera mi albedrío y me enfrenta a la cosas que se ocultan por las convenciones del día a día.
Mencey de mis adentros fuera al abrigo del Teide y tan alejado de los que de verdad me dan la vida. A veces lejos te das cuenta lo cerca que tienes el cambio que necesitas.
